DE LA CELEBRACIÓN A LA TRAGEDIA

Raúl ARROYO

2019 debía ser para las y los hidalguenses un año de celebración: arribamos el 16 de enero al sesquicentenario de nuestra integración al Pacto Federal con el carácter de estado libre y soberano. Surgido como entidad federativa apenas transcurridos escasos 18 meses desde la restauración de la república, Hidalgo inició su vida institucional  en un ambiente de complicaciones políticas, económicas y sociales, incluido un primer conflicto con el gobierno del presidente Benito Juárez que provocó el retiro del cargo de don Antonino Tagle,  primer gobernador electo.

Organizada la administración pública, instalados los poderes legislativo y judicial, y aperturado el Instituto Literario, el estado inició su andadura con acontecimientos lamentables; tal fue  la muerte prematura de quien fuera  gobernador interino,  responsable de aquella obra inaugural, don Juan C. Doria.

El aniversario 150 incluye los de la Cámara de Diputados, el Tribunal Superior de Justicia y la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo; de ahí que el festejo fuera también institucional, lo que sugería un ejercicio de reflexión, más del futuro que  de los orígenes y el trayecto histórico; oportunidad de conjuntar las múltiples visiones, propias y ajenas que del estado se tienen.

Si la inminencia de la fecha no provocó un ánimo festivo ni convocatoria de  celebración,  como  había sucedido 50 años atrás con motivo del centenario;  las campañas electorales,  las elecciones, sus resultados y el postelectoral, dejaron un escenario donde los nuevos equilibrios políticos no anunciaban condiciones precisamente de fiesta.  La clase política, partidos e instituciones iniciaron el reacomodo de fuerzas y el consecuente manejo de situaciones inéditas; el aniversario en puerta simplemente no estaba en su radar.

La diferencia con 1969 era drástica: por primera vez había un gobierno dividido, esto es, la mayoría en el Congreso no era más del mismo signo político que el del gobernador; tampoco la representación hidalguense en las cámaras del Congreso de la Unión,  y se evidenciaba la tensión gubernamental con las autoridades universitarias.

La situación del gobernador Omar Fayad distaba igualmente de la cómoda que tuvo su antecesor Carlos Ramírez Guerrero medio siglo antes. Para inicios de 1969 había un gobernador electo, Manuel Sánchez Vite, que si bien anunciaba un quiebre de la continuidad política, se preveía alineado a las reglas del régimen. Cancelado el movimiento estudiantil del año anterior que entre la juventud hidalguense no permeó significativamente, se mantenían las expectativas de que la sucesión presidencial se decidiera a favor del ex gobernador Alfonso Corona del Rosal.

Con presencia del presidente Gustavo Díaz Ordaz, las celebraciones del Centenario fueron  un acontecimiento que marcó a las generaciones jóvenes y adultas; incluidas las que coordinó el licenciado Isaac Piña Pérez por igual cumpleaños del Instituto Científico, Universidad Autónoma de Hidalgo desde ocho años atrás. Medio siglo después la relación con el presidente Andrés Manuel López Obrador era una incógnita que empezó a despejarse con su primera visita en carácter de electo. Algunos gestos privados y primordialmente las actitudes públicas del futuro mandatario, alentaron cierto  optimismo.

En ese contexto de lenta distensión, transcurrió el primer mes del nuevo gobierno federal e inició el año del sesquicentenario hidalguense. Ningún anuncio oficial, ningún proyecto conmemorativo. En el inter los reflectores fueron para la apertura de la réplica de la Capilla Sixtina en la capital estatal; inauguración abierta y concelebración privada  del nuncio apostólico, el arzobispo de la Arquidiócesis de Tulancingo y los obispos de Huejutla y Tula, fueron marco para la convivencia sin reserva de personalidades de la vida pública gubernamental, política, universitaria, empresarial que bajo un mismo techo  - la bóveda pintada por Miguel Ángel en el siglo XVI- rezaron e hicieron fila para recibir el sacramento de la comunión.

Dos días antes de nuestra emblemática fecha, trascendió la posible visita del presidente de la República para encabezar la ceremonia y el desfile militar conmemorativos del aniversario 150 del estado. Ambas celebraciones se efectuaron puntualmente aún cuando la víspera se avisó la ausencia del titular del Ejecutivo federal.  Orador único en la Plaza Juárez fue el gobernador del estado quien pronunció con emoción y vehemencia una magnífica pieza digna de la ocasión.

Apenas 48 horas después, el buen sabor de aquella mañana se tornó francamente amargo: el incendio de una fuga  del  ducto de hidrocarburo que cruza por la comunidad de San Primitivo a unos cientos de metros del centro de Tlahuelilpan, provocó una tragedia sin precedentes en la centuria y media de nuestra vida institucional.

Viva en la memoria colectiva permanece la inundación de Pachuca en el año cuarenta y nueve  del siglo pasado; poco más de medio centenar de personas fallecidas y muchas historias de sobrevivencia y muerte permanecen en otras tantas familias que entonces la padecieron.

En su más reciente novela, el  joven y reconocido escritor hidalguense Yuri Herrera da cuenta del incendio de la mina El Bordo, sucedido en 1920,  donde  más de ochenta mineros perdieron la vida en las entrañas de la tierra que exploraban.

Ambos eventos quedaron  tristemente superados el 18 de enero en el Valle del Mezquital. Veintiún días después la cifra fatídica llega a las 130 personas fallecidas. Sin embargo tienen una similitud: ninguno fue producido por un desastre natural;  en los tres hay una falla humana, pero del incendio ni de la inundación se tuvieron responsables.

La misma noche de la catástrofe se hizo presente en el sitio el presidente López Obrador. Eran las primeras horas del sábado y ya el gobernador Fayad encabezaba y dirigía el operativo de reacción. Si ambos gobernantes no estuvieron juntos para conmemorar la fundación de la entidad, lo estaban en la circunstancia más crítica y así  permanecieron  durante los siguientes días, interactuando para resolver una afectación de dramáticas proporciones.

Las medidas del gobierno federal para combatir el robo de hidrocarburo mantenían un clima tenso por el abastecimiento. Los hechos de Tlahuelilpan se sumaron al enrarecimiento de esos días. Las instituciones locales y federales estaban a prueba.

Al abrir la primera sesión del Consejo Nacional de Seguridad de su gobierno, el presidente López Obrador expresó un puntual y amplio reconocimiento al gobernador Fayad por su reacción al accidente que tantas vidas costó. Sin duda aquella mala hora repercutió en otros ámbitos y muy probablemente varió el curso de la política doméstica, sin duda para actualizarla.

Fue como en pocas horas las y los hidalguenses pasamos de la celebración a la tragedia. Así quedó señalado para la historia, antes de cumplir su tercera semana, el año de nuestro sesquicentenario.